Atrapada entre mis miedos y mis
propias normas, como un policía que desea ser corrupto pero se lo impide su
deber. Atrapada entre dos mundos; el real y el utópico. La realidad me recuerda
cada día mi triste situación y la utopía me libera del calvario proporcionándome
una vía de escape para vivir lo soñado. Son muchos los entresijos de ser una
escritora frustrada que intenta labrarse un futuro en una época malavenida y en
un mundo de enchufismo y vanidad. Por una parte está el amor propio, el cuál me
sirve para no caer en la desidia de luchar y no ganar, y en el otro bando se
encuentra la cruda realidad, que se encarga de bajar mis expectativas logrando
desanimar a mi persona. Entre lo positivo de mi ser me quedo con mi
perseverancia y mis aptitudes, tales como la comprensión verbal y escrita, el
razonamiento espacial, la memoria, la concentración mental y la destreza
manual. Entre lo negativo me quedo con mi situación actual; con quince años
tenía la plena convicción de que a la edad de veintitrés sería una maestra de
prestigio, una mujer totalmente independiente, con su propia casa pero casada y
con un hijo, creía que las cosas serían fáciles si daba el cien por cien de mí
en mi vida académica. Pero nada más lejos de la realidad, ,
sigo atrapada entre mi vida real y mi vida imaginaria. Sin embargo, no tiro la
toalla, sigo convencida de que mi futuro será mil veces mejor que mi presente.
Confío en la capacidad de los españoles para superar esta maldita crisis que
lleva implantada en nuestros hogares cerca de cinco años. Confío en mi suerte
y, sobre todo, en mi inteligencia que algún día hará que deje de ser una mujer
atrapada por las circunstancias.
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